Margarito Ledesma y Leobino Zavala, poesía y humor

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En la primera mitad del siglo pasado la risa no fue muy frecuente en la poesía mexicana, estaban, entre otras excepciones, las sátiras de Salvador Novo, las ironías y los desparpajos de Renato Leduc, ambos con un tono mordaz y trasgresor, Novo inclusive en muchos momentos más grotesco que satírico, pero no una poesía del humor.

Martha Elena Murguía en su estudio La risa en la literatura mexicana, tras describir algunas aproximaciones al carácter del mexicano, desde Julio Guerrero, Luis G. Urbina, Samuel Ramos y Octavio Paz, concluye que casi todos autores arriban a las mismas coordenadas:

«…el alma mexicana: es triste y melancólica. En consecuencia, el arte verbal que responde a la gravedad, a la melancolía es el único que ha podido ser digno representante de un pueblo con esas características». (Murguía, 2012, p.29).

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Tal vez uno de los pocos poetas humorista en esas primeras cinco décadas del siglo pasado fue el Lic. Leobino Zavala. Su nombre vive a la sombra de su personaje, el humilde poeta Margarito Ledesma. Un caso sui géneris, cuya obra ha sido calificada por Pacheco como el «único best seller de la lírica mexicana».

Nació en Uriangato, Guanajuato, el 28 de junio de 1887, fue el hijo mayor del matrimonio entre Braulio Zavala y Francisca Camarena. Guadalupe Appendini, quien en su labor periodística se mantuvo al pendiente del Lic Leobino, lo entrevistó en 1972, dos años antes de su muerte, la periodista lo describe como «un hombre bonachón, culto y de increíble ingenio», fundador y director de la escuela secundaria de su municipio, poseedor de una copiosa biblioteca, y en ejercicio del puesto de notario en San Miguel de Allende.

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En esta entrevista el Lic. Leobino cuenta que creció en una casa donde predominaba el carácter festivo, describe a su padre como «gran conversador y fino poeta», con sus hermanos improvisaba fiestas atrayendo gente en la calle con música hecha con cacerolas de peltre. «En mi casa siempre había reuniones fiestas amigos».

Prueba de su carácter festivo son las soluciones que organizaba para cumplir una promesa que de joven hizo a su padre: nunca aceptar puestos políticos; rechazó el cargo de Rector de la Universidad de Guanajuato y un puesto en la Suprema Corte, y cuando su nombre aparecía como posible candidato a la presidencia municipal organizaba una porra que acudía a los mítines para gritar cada vez que lo nombraban: «¡Que siga con su notaría y no se meta a la política! ¡No, Zavala no sirve, no lo queremos!».

También rechazó cargos en la capital, empeñado en no salir de San Miguel Allende y no dejar los viajes a rancherías donde convivía con personas de diversos estratos.

Desde finales del siglo XIX contaba con fama local de poeta popular, pero cuando sus amigos lo incitan a publicar considera su esfuerzo como «sincero pero pequeño e insuficiente», tan pequeño que tarda 30 años en editar las Poesías de Margarito Ledesma. El libro se dio a conocer a través de los literatos que acudían a su casa y pronto, nos dice Appendini, «llegó a ser indispensables en todas las reuniones».

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Si bien es sencillo inferir que el autor de los poemas y creador del poeta ingenuo y candoroso es el Lic. Leobino Zavala, el personaje Margarito Ledesma causó y causa confusiones y desconciertos, por ejemplo, el Diccionario de Escritores anota como fecha de nacimiento del Lic. Leobino el año 1911, cuando en realidad ese año, como comenta en la «Explicación» del libro Poesías, recibió los poemas de Ledesma. O José de la colina en un artículo para la revista Algarabía modifica el nombre del licenciado de Leobino a Leonino.

Inclusive algunas personas creían que sí existía un poeta Margarito y, a veces, hasta que había sido despojado de las regalías de sus poemas por el Lic. Leobino. El personaje ha arraigado tanto el imaginario que en su pueblo, el municipio de Comonfort, antes Chamacuero, existe una escuela preescolar que lleva el nombre Margarito Ledesma.

El libro del Lic. Leobino también despertó el interés de algunos críticos, como José Luis Martínez, quien al conocer al poeta Margarito decidió escribir el libro De poeta y loco…, en el que recopila a otros poetas que él califica como humildes: Celestino González, Maximiliano Salazar Centella «el poeta del crucero». Y José Vasconcelos, el negrito poeta, cuya existencia fue desmentida por Eduardo Matos Moctezuma.

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Gabriel Zaid en su Omnibús de poesía mexicana coloca a Zavala con su personaje Ledesma en el apartado dedicado a la poesía burlesca del siglo XX. Argüelles ha dicho: «La crítica académica lo desdeña y el lector común casi no lo conoce. Podría ser un poeta popular pero es, paradójicamente, un poeta de culto».

En 1972, el Lic Leobino Zavala cuenta a Appendini el origen de su personaje. En el desempeño de su puesto de notario público conoció a José Gutiérrez «hombre de campo medio desenfrenado», a quien en varias ocasiones ayudó a salir de la cárcel.

Este individuo tras estallar la Revolución regresó a San Miguel Allende como general, en agradecimiento a los favores recibidos designó una escolta para el Lic. Leobino, pero cuando los contrarios tomaron nuevamente el municipio, convocaron al licenciado a un consejo de guerra que ordenó su fusilamiento, del cual escapa gracias a la ayuda de sus amigos que crean una distracción (una pelea falsa), sin embargo su madre sufre un ataque de diabetes que la mantiene en cama.

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Zavala inventa para entretener a su madre, la historia del poeta Ledesma que le hace llegar sus poesías esperando verlas publicadas, «yo ya había empezado a escribir de broma algunos versos (…) se los leí (a su madre), le dio tanta risa que continuó la broma». Toma el nombre Margarito y le añade el apellido Ledesma por su admiración al escritor Fernández Ledesma, además por no ser común en la región. Su madre fallece en 1932 y Zavala se promete publicar los versos en su memoria.

Cabe anotar que en la «Explicación» de la primera edición, Zavala atribuye la creación de Ledesma a la «obra y gracia de José F. Elizondo y Rafael Medina, autores de la jocosa zarzuela Chin-chun chan». Este fragmento es suprimido a partir de la segunda edición de 1952. Dicha zarzuela se estrenó en 1904 y alcanzó mil representaciones.

En 1990 Appendini entrevista a las hijas del Lic. Leobino y se menciona que dejó escritos inéditos, específicamente dos libros, que tendrían como título Leyendas y tradiciones y Disparates y porquería, y que al parecer estaban próximos a ser publicados, pero de estos no tenemos ninguna noticia, lo cual es una pena porque un título como Disparates y porquerías no tiene desperdicio.

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