Las expectativas inalcanzables de una mujer en México

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Platicando con amigas y amigos estuvimos enumerando la cantidad de expectativas que se tiene de las mujeres en este país, sabiendo que iban a ser muchas y aún así completamente indignadas cuando vimos la extrema cantidad y sin pensar en las que nos faltaron. Claramente terminamos contando historias personales y compartiendo experiencias muy profundas.

Siempre se demanda más y más de las mujeres en todos los aspectos de su vida para llegar a la “perfección”: ser la más guapa, la más simpática, la que tiene mejor cuerpo, la que tiene la mejor bolsa, la que tiene al mejor novio y al que le va mejor. Todas estas expectativas son tan inalcanzables y sin balance que terminan consumiéndote por completo y alejándote tanto de tu realidad como de tu centro.

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En primer lugar, tienes que ser una “niña bien”, que sonríe, se porta bien, hecha poco relajo, cierra las piernas, no dice groserías, no fuma, no toma, es bonita y calladita, está siempre al pendiente, es servicial, sabe cocinar. Y todo esto con el propósito de conseguir un buen marido con el que se case y al fin cumpla su única meta y deseo en la vida: Ser esposa y mamá y poder sacrificar tu vida por ellos, teniendo muchas veces uno o dos trabajo de tiempo completo: el trabajo normal por el que le pagan y aparte el encargarse de todo el funcionamiento de la casa, pero ese sin paga y muchas veces sin siquiera un “gracias”. Para que termines cocinando para toda tu familia en el día de las madres mientras los señores de la casa están sentados en la mesa esperando a ser servidos.

En segundo lugar, se nos demanda sobre nuestra imagen corporal. Que seamos flacas, pero no planas, con la postura recta, que estemos maquilladas pero que no se note, que nos arreglemos pero que no parezca que le echamos tantas ganas, que seamos menos altas que ellos, porque sino se intimidan, que tengamos el pelo largo porque así les gusta más a ellos, que nos veamos vírgenes, santas y castas para que nos veamos cogibles pero adjuntado a su percepción de qué es ser cogible, no la nuestra, no siendo dueñas de nuestra propia sexualidad.

En tercer lugar, se nos demanda sobre nuestros comportamientos y actitudes. Lo más importante es la idea de la aprobación masculina, siempre alzarle el ego al hombre, verlo con admiración, siempre hacerse la tontas, escuchando el mansplaining con una sonrisa aunque sepas que todo lo que están diciendo es falso, porque, ¿cómo le vas a hacer saber a un hombre que está diciendo puras estupideces? Si se le baja tantito el ego por tu culpa ya no le vas a gustar. No ser “machorra”, no jugar deportes “de niño”, ni siquiera llevarse mucho con los hombres. Todo esto en torno a caber dentro de lo que a la sociedad heteronormativa le gusta que seamos.

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Todas estas expectativas no permiten que las mujeres seamos mujeres, sino objetos destinados a satisfacerlos. Son ideales que tenemos inculcados desde toda la vida y deshacerse de este sistema de creencias es verdaderamente difícil porque es romper con todo un paradigma de lo que debemos de ser. Se sustenta con la culpa judeocristiana, con “el qué dirán” y con la cultura del chisme y la crítica. Cuestionemos todo, aceptemos nada, construyamos nuevas cosas, nuevos ideales, nuevos acuerdos en el que todos estemos incluidos.

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Inclusión Total 

Texto por Maria Luna Flores

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