José Joaquín Fernández de Lizardi, el humorista con fines didácticos

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La escritura novelística de José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827) forma parte de su proyecto didáctico-pedagógico inscrito, históricamente, en la transición del periodo colonial al independiente de México. Sus fines son pedagógicos y su tono humorístico.

Fernández de Lizardi sigue la teoría aristotélica de la comedia, que al encontrarse perdida se ha reconstruido en espejo con la poética de la tragedia, y entiende como fin último de lo cómico la purga emocional conseguida mediante la catarsis que provoca la representación de emociones y acciones que provocan risa; y que tiene a la parodia y a la ironía como sus herramientas más socorridas. Este en la época era el concepto más extendido de comedia y se enlazaba con un gusto por lo que se denominaba popular, término que abarcaba expresiones cotidianas, modismos, refranes, coplas, chistes, obscenidades.

Por ella la novela humorística moralizante es para Lizardi el medio idóneo para su didáctica, que busca la formación moral de la ciudadanía del México recién independizado.

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La casi totalidad de la obra del “Pensador mexicano” estaba inclinada hacia esta didáctica, heredada de la Ilustración. “Ilustrar deleitando”, y si se puede colar alguna cita en latín, un refrán sentencioso y una majadería jocosa, mucho mejor. El público al que se dirigía no era la Arcadia mexicana, sino al grueso de la población.

El humorista con fines didácticos en muchas ocasiones deviene en moralista, y frecuentemente acaba como moralino. Se mueve, como apunta Bergson, en el mundo de los abstractos, de los conceptos que tiene sobre las virtudes, los vicios, la bondad, la maldad, lo valores. Ese es el estilo y el fondo de su obra más conocida, El periquillo sarniento, en la que la acción se intercala con discursos morales, máximas latinas. Este sello de identidad artística también está presente en su novela breve Vida y hechos de Don Catrín de la Fachenda (en ambas es evidente la referencia desde el título de la novela picaresca española). En esta última la crítica es las clases nobles ociosas que asociaban a cualquier trabajo manual y al trabajo intelectual asalariado como un degradarse en la dignidad.

Lizardi en su actitud vital se opondrá a esta concepción de la actividad periodística y literaria, convirtiendo su escritura en su medio de subsistencia. Exigiendo pago por sus textos, editando diversos periódicos, buscando consagrarse con la mayoría de la población, Lizardi se adelanta décadas al modelo de hombre de letras que prevalecerá a fines del siglo XIX y durante el XX.

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