Teletrabajo: La recuperación económica emergente en la Pandemia.

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Por María Esther González Ayala.

 

¡Vaya aprendizaje el que nos dicta la naturaleza!, Nos obliga a redescubrirnos como sociedad por medio de sutiles procesos sofisticados y teledirigidos que nos sumergen en dinámicas que normalizan la cotidianidad, y violentan la intimidad de los individuos 

De manera constante el Estado paternalista mexicano ejecuta regulaciones laborales cada vez más impositivas, y ello nos recuerda que la cultura “democrática” gobernante no podrá defender al pueblo o a los trabajadores ante la depredación capitalista trasnacional; mucho menos permitirá la mínima realización de voluntades humanas.

Así, el virus Covid-19 insiste en cobrar vidas y complementa un sistema económico que algunos especialistas lo observaban a punto de perecer; pero no, todo lo contrario: este régimen sigue dando latigazos, para mostrarnos una de sus peores caras, ¡la del teletrabajo!

Este sistema laboral, aplicado en numerosos centros de trabajo; públicos y privados, tiene la aparente intención de promover en los empleados una participación activa de los beneficios de la empresa en la que trabaja, y ello permite apaciguar tensiones laborales y, de paso, disciplina a los trabajadores para un posterior acondicionamiento o aceptación, sin cuestionamientos para la flexibilidad laboral.

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Cabe recordar que, de las 5 contrataciones estipuladas en la Ley Federal del Trabajo, (según el portal de la procuraduría digital de la Secretaría del Trabajo), son temporales, salvo una:

1) Contrato por tiempo indeterminado

2) Contrato por obra o tiempo determinado

 3) Contrato por periodo de prueba

 4) Contrato por capacitación inicial y

 5) Contrato por relación de trabajo por temporada.

Lo anterior, habla de una inexistente estabilidad económica, que eliminará la posibilidad de compra de una casa o un carro, por ejemplo.  Es decir, no es posible crear patrimonio mediante un trabajo de contratación indeterminada. 

Aunado a esto, la incesante despolitización de los empleados y el trato peyorativo hacia las organizaciones en sus movimientos políticos que intentan representarlos, –sin mencionar lo cegada sociedad que somos– hace creer a todos los individuos, que es mejor el diálogo individual con la empresa (teleconferencia), que la lucha colectiva o sindical. 

Esa maleabilidad laboral permite, en apariencia, dedicar más tiempo a la familia, reducir el estrés al evitar traslados laborales largos y reducir costos en el transporte; todo ello con la promesa de tiempo libre para el trabajador.

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Una premisa marxista vigente, es que para todo trabajador la venta de su trabajo no le pertenece a sí mismo, sino al dueño de la empresa.  En realidad –y siguiendo con esta misma teoría– para un individuo el trabajo es solo un medio para satisfacer sus necesidades, pero jamás trabajará para su recreación personal. 

Si la nueva normalidad lo permitiera, el empleador rebajaría aún más los salarios y, por supuesto, prolongaría más los horarios de trabajo, sin la defensa alguna para el empleado, ya que las posibilidades de negociación cada vez son más escasas. 

El 23 de julio de este año, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, (INEGI) presentó los resultados de una encuesta realizada para medir el impacto en la actividad económica del mercado laboral por el COVID-19, con el fin de sustentar la toma de decisiones en materia de salud y trabajo.  

Dicho informe destacó que los paros técnicos (medidas de prevención contra el contagio del virus), realizada a 4,920 empresas grandes y MIPyMES, al menos 93.2% registró un tipo de afectación, aunque bajaron las remuneraciones priorizando los no despidos. 

Asimismo, del total de los encuestados telefónicamente, mayores de 18 años en abril de 2020, 23.5% trabajo desde casa, y 46.1 % disminuyó su ingreso.

Del 23.5% que laboró en casa, 70% contaba con equipamiento necesario, 84% contó con condiciones de seguridad e higiene y 27% tomó cursos de capacitación para el trabajo.  

Una incógnita resultante de esto es acerca de los beneficios que han obtenido los trabajadores a distancia, a diferencia de las ganancias que adquirieron las empresas con la reducción de costos, cuando menos con respecto al ahorro en el alquiler de inmuebles, la reducción del pago de conectividad a internet, la reducción de luz entre otros o bien en cuanto a la reducción del impacto al medio ambiente. 

Tomando en consideración lo anterior, la ejecución de sistemas de trabajo flexibles promueve históricamente la subordinación del trabajo humano, que pasa de un estado de indefensión sindical a una depredación unilateral.  Además del resquebrajamiento o desaparición del derecho de huelga.

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En México el teletrabajo fue incluido en la reforma integral de la Ley Federal del Trabajo, desde 2012, y no fue sino hasta junio de 2019 que mediante iniciativa propuesta por la senadora del PAN Alejandra Noemí Reynoso, que el artículo 311 del mismo estatuto fue adicionado con el capítulo XII Bis.

 Aunque el Home Office, en la reforma citada de México ya está regulado, en la práctica como en distintas relaciones laborales, el individuo prestador de servicios sigue subsistiendo y en pocas ocasiones, tiene acceso a las mejores oportunidades laborales. 

Es de gran importancia destacar, que, en la llamada “nueva normalidad”, gran cantidad de empleados se ven motivados sin prever u observar el incumplimiento de las garantías laborales.

Los nuevos modelos de relación laboral, más allá de liderazgos clientelares, han desdibujado los mecanismos de adhesión colectiva y el trabajo basado antes en ganancias económicas o condiciones garantes de bienestar, hoy simplemente son modificados por el logro de objetivos-resultados y supuestas áreas de oportunidad. 

Si, por otra parte, el empleado lleva la dirección familiar o tutelar en casa, muy pronto se verá afectado por cargas excesivas de trabajo, horarios laborales extensos, probablemente no especificados, aún, en un contrato laboral, y deberán proveerse de las herramientas necesarias tales como equipo de cómputo, conectividad a internet y otras herramientas para su labor. 

En otras palabras, será necesario hablar de riesgos de salud; la violenta vigilancia a su intimidad y la escasa interacción social, a la que estará sometido, serán causas de afecciones de depresión por soledad o aislamiento entre otras. 

El nuevo modelo laboral (política utilitarista) del famoso Home Office, queda mitificado, y los instrumentos en defensa de derechos laborales, puede que estén extintos, mientras que la medicina se convierte en una realidad biopolítica; en una urgencia de control telesistémico estricto. 

El famoso Tratado México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) no resulta ser menos discrecional que los tratados anteriores.  Al igual que antes, este convenio no incluye mecanismos que hagan cumplir lo estipulado en los mismos, por lo que habrá que crearlos a la brevedad, más allá de una pandemia. 

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