Silvia Tomasa Rivera, Duelo de espadas

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En 1984, Silvia Tomasa Rivera, poeta nacida en 1955 y originaria de la huasteca veracruzana (en específico de El Higo, población colindante con el estado de San Luis Potosí), publica su libro de poemas Duelo de espadas, cuyo centro es la memoria, y que Alberto Julián Pérez describe como “poesía descriptiva y sensual de sus recuerdos de infancia”.

En la poesía mexicana continuaba un movimiento de “democratización” iniciado casi diez años antes. Proliferación de revistas, de talleres, de editoriales, todas de distintas procedencias y de distintas valoraciones sobre el ejercicio poético; ampliándose la producción de registros y de estilos. Sin contar con las becas y apoyos estatales. Esto no significa que muchos de estos registros no tuvieran antecedentes ni difusión, pero desde mediados de los setenta hubo un esfuerzo sostenido en distintas capitales de México por hacer patente su existencia, continuando así con los cauces de tonalidades o líricas desprestigiadas.

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Entre ellas, la poesía intimista, personal y de tono conversacional, emparentadas con el auge que tuvo en España la poesía conocida como “de la experiencia”. Los poemas de Duelo de espadas son llanos, directos, desprovistos, en su mayoría, de elaboradas metáforas y ornamentos verbales. Sus imágenes son precisas, trazadas con cuidado.

El epígrafe que abre el libro advierte con certeza sobre la estructura y temática del libro:

Infancia:

espada contra el tiempo,

escribe en una piedra

los ciclos de la luna,

para que te repitas

fugaz en la memoria

como lluvia de estrellas

sobre el campo…[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

Infancia, memoria, enfoque femenino, fugacidad, campo, serán elementos presentes en todo el libro. La forma de los poemas responde a la imagen de estrellas fugaces, como si las escenas rememoradas aparecieran como ráfagas ante la imaginación de Silvia Tomasa, aparecen meteóricos, tal vez por ello solo dejan contornos. El recuerdo en ella es centellante, al igual que la época que ve la publicación del libro, Samuel Gordon ha definido estos años para la poesía mexicana como años de una “generación sin generación”, Gabriel Zaid como: “una selva tupida”. En septiembre de 1984, Hermann Bellinghasen, en su texto “Poesía mexicana reciente, 1968 1984” describía la época como: “Miles de seres cultivados se esfuerzan por una apuesta lírica que no comprenden. Algo deberá ocurrir en el futuro que nos devuelva el sentido de escribir un poema. Algo nos devolverá el verdadero sentido del silencio y su contrario. Nos tocó una época confusa, sin límites precisos…”.

El campo que aparece en Duelo de espadas es el escenario de la infancia de la poeta y con él vienen, por descontado, su fauna: conejos, hormigas arrieras, víboras de cascabel, caballos, coyotes, gallinas. Sin embargo, este campo lejos está de una idealización bucólica (“Las mañanas en el campo huelen a estiércol”), en este campo las víboras asustan hasta el punto de orinarse, los vaqueros se sirven y exprimen al ganado, transpiran violencia y malos tratos, los circunda la muerte; los caballos provocan caídas o se desbocan para llevarte a donde puedes ser secuestrada por los “peones / buscando niñas / para ahogarlas en el arroyo”. Macabra similitud con los miles de cadáveres de mujeres que han sido arrojados a cuerpos de agua en el país entero.

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A la fugacidad en el trazo de las imágenes elaboradas por Silvia Tomasa se añade una palpable y pulsante violencia en cada acontecimiento recordado, una alerta constante, un peligro oculto y acechante en las escenas descritas (“Todos los ojos miran / desde la negrura del campo”). Amenazas a las a que se enfrentan constantemente las mujeres.

Esta experiencia encuentra espejo en su madre, obligada a una vida que no es de su agrado, una vida que encuentra, a su vez, en la de Rosa Pecero quien, nos cuenta un poema, se casa a los dieciséis años; un ciclo que debe romperse, o La Pastora, o María.

El erotismo de los poemas de Silvia Tomasa Rivera era trasgresor en su época. Por ejemplo, en un par de textos de Duelo de espadas hace alusiones a sus primeros ejercicios de masturbación (“a la niña que sale / a sobarse las piernas / bajo la bugambilia”, “Restriego los pies en el catre, / la noche es algo más que contemplar el cielo”).

Para concluir, los poemas que componen Duelo de espadas son, al mismo tiempo, directos y reticentes, y esta tensión deleita. No es un libro separado de su tiempo, se suma a la línea de escritura de enfoque femenino de Alaíde Foppa y Rosario Castellanos; y puede emparentarse con el Chetumal Bay Anthology (1983) de Luis Miguel Aguilar. Tampoco está alejada de la línea estilística de los libros posteriores de Silvia Tomasa, pues en él se encuentran ya inquietudes y motivos recurrentes.

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Municiones 

Texto por Oscar Muciño

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