¿Qué pasa cuando estoy en presencia de un abusador (o abusadora)?

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*Recomendación: Se sugiere leer con Sacar La Voz de Ana Tijoux de fondo. (link de la canción hasta abajo).

Últimamente, estamos mucho más en contacto con información sobre personas que han cometido abusos sexuales o violaciones gracias a las redes sociales y a la comunicación masiva que se ha creado por la unión que surge con el feminismo de hoy en día. Esta información es muy dura tanto de sacar como de recibir, ya que muchas veces (más de las que nos gustaría) las personas acusadas de estos abusos son conocidas y quizás incluso queridas, llegan a ser nuestros propios amigos y familia, a veces personas de quienes nunca lo hubiéramos imaginado.

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Entonces, ¿qué pasa en estos casos? ¿Qué pasa cuando nos damos cuenta de que literalmente estamos rodeadas por ellos? No solo están en las calles. Están en nuestras casas, en las aulas, en las fiestas. A las personas que nos enteramos de cada abusador, se nos va creando un sentimiento de pánico y de persecución permanente.

No es posible que llegue a la universidad con miedo de bajarme del coche y caminar sola por el estacionamiento. No es posible que no me pueda tomar un shot ya sea porque no sé si le pusieron algo o ya sea porque no me quiero emborrachar por miedo a que me hagan algo. No es posible que me sienta tensa cada vez que un hombre ligue conmigo, porque quizás ese hombre no tenía ninguna mala intención, pero son tantas las historias de abuso, que simplemente no puedo estar tranquila, no puedo confiar. Entre toda la cantidad de cosas que nos ha quitado esta sociedad con cultura patriarcal, también nos quitó el derecho a disfrutar. A solo disfrutar sin estar al pendiente 24/7 de que nos pueden llegar a hacer si se les antoja.

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Porque claro que el miedo es a la violación, pero muy dentro de nosotras sabemos en qué puede terminar eso, y es que el machismo termina en muerte. Tenemos miedo de que nos maten. No me entra en la cabeza cómo vivimos en un mundo en el que más de la mitad de la población le tiene pánico a la otra mitad de la población. Y es un miedo paralizante, rozando lo psicótico con las ideas persecutorias permanentes. Y claro que lo ocultamos, lo disfrazamos de “hacernos las difíciles” o “las mamonas” porque en el fondo es un miedo combinado con repudio y una inmensa cantidad de enojo. Tenemos ganas de golpearlos, de escupirles en la cara y gritarles una infinita lista de cosas que tenemos que decirles. Pero eso solo sería adaptarnos a SU forma de “resolver” las cosas, adentrarnos a la violencia estructural. Y eso no va a suceder.

Creo que lo peor que puede hacer una persona cuando se entera de que algún amigo, conocido o familiar suyo es un abusador, es ignorar los hechos, hacer como que no oyeron nada. Porque eso solo es continuar alimentando este sistema que nos calla y nos castiga por alzar la voz. Cuestionen a sus amigos, abran el tema, peléense con ellos, aporten al movimiento, sálganse del lado del opresor, dejen de silenciarnos. Sé que les duele tanto como a nosotras. Salgan de su negación, cuestiónense a sí mismos por qué les molesta tanto el tema, háblenlo en familia, sin miedo, como dice la gran canción de Ana Tijoux, Sacar la voz: “lo que duela que duela”. A nosotras nos duele, nos duele cada minuto de cada día. ¿Dicen que apoyan el movimiento? A ver, muestren con qué van a aportar, yo creo que este es un gran primer paso para que se involucren.

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Inclusión Total 

Texto por Maria Luna Flores

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