Francis, la fantasía hecha mujer*.

Durante décadas, en la misma caja de cassettes prohibidos que nuestros padres creían mantener lejos de nuestro alcance, junto a los volúmenes del avasallador comediante cuenta-chistes, Polo Polo, inigualable y figura tutelar de muchos comediantes (varios de ellos hoy medran en las plataformas de «streaming» y «autostreaming» bajo el título de standuperos), se encontraban los shows grabados de Francis, otra gran figura de los chistes obscenos y las narraciones con groserías.

Pero con Francis las cosas no son fáciles: a Polo lo reviste un genio, la chispa que sólo da el talento puro, pero en una sociedad mocha y homofóbica como la mexicana, Polo Polo no necesitaba más que su presencia, su léxico y sus Marlboro para triunfar; el genio no es poca cosa, lo sabemos, pero Francis en su tiempo era calificado de aberrante y fue desterrado del interés de toda una generación de mente estrecha que despreciaba su show lleno de travestis. No obstante, su talento no era menospreciado, su show era un despliegue de recursos, principalmente por la filiación con el glamour del cabaret, pero hay que ser conscientes de que sólo en ese ámbito, con el disfraz de vedette, el público compuesto de machos mexicanos «closeteros» podía justificar su admiración y sus carcajadas ante la mente ágil y el humor corrosivo del artista travesti.

Al hablar de José Francisco García Escalante (1958-2007), Francis, hablamos de la última «reina» del teatro de cabaret en México, quien le dio espectacularidad buscando reivindicarse ante el lustre de vulgar que los estereotipo le otorgaban. Sus temporadas en el Teatro Blanquita se abarrotaban año con año, pisó el Teatro de los Insurgentes («si Juan Gabriel estuvo en Bella Artes por qué yo no iba a “jotear” en el Insurgentes», decía), sus vestidos eran motivo de admiración y la gente se carcajeaba con su humor. Y a la par, obviamente, se inventaron historias escandalosas alrededor de él. Pues fue uno de los primeros artistas mexicanos en declararse homosexual y en ejercer un apasionado activismo en la lucha por la igualdad y los derechos humanos de la comunidad gay. Alguien que tenía claro que él ejercía el travestismo, remarcando su diferencia con el transexualismo, y no dejaba pasar oportunidad para aclararlo, ya que constantemente le preguntaban si se había practicado operaciones de cambio de sexo. «Y no saben cuánto daño nos provocan esas preguntas resultado de la ignorancia», declaraba. Travestido es quien se viste del sexo contrario, hombre vestido de mujer, mujer vestido de hombre, sin importar la preferencia sexual.

José Francisco desde sus primeros años tuvo gusto por el diseño de prendas. Tuvo éxito en Campeche, donde nació, y poco a poco ganó renombre y comenzó a resultarle más natural ser él mismo quien portara sus creaciones. Pronto partió a la Ciudad de México, las cosas no fueron fáciles, y en algún momento José Francisco vivió en la calle, hasta que un día conoció al diseñador de moda Mitzy, con él desarrollaría una carrera que los llevaría a volverse los modistos indiscutibles del medio del espectáculo mexicano. Pero Francis fue a por más y se entregó a sus otras pasiones, las dichas: el glamour, los shows estilo Las Vegas, los trajes espectaculares, cantar, ser hostess de lujo, diseñar vestidos de infarto; ya que eso más abarcó su carrera. A fin de cuentas, la historia de Francis es la de un tipo feliz y realizado que se sobrepuso al estereotipo del homosexual atormentado que pregonaba la época en la que vivió. Cumplió sus sueños y alcanzó grandes cimas dentro de su medio de trabajo a través de una entrega absoluta, porque los prejuicios suelen plegarse ante el trabajo y el talento.

*Con la frase que titula este texto se presentaba a Francis en sus «shows».

 

Redacción Retaguardia Mix