Relaciones sociales, plagadas de expresiones de violencia simbólica, social y estructural.

Las relaciones sociales, desde la niñez, se encuentran plagadas de expresiones de violencia simbólica, social y estructural, ante tal realidad, los adultos deberíamos analizar, cómo es que se ha institucionalizado y naturalizado esta problemática de comunicación intimidatoria.

Un niño, puede ser maltratado desde el seno familiar sin que se observe la agresión, basta con que sea ignorado en el apoyo a la resolución de sus necesidades primarias; inclusive, se puede encontrar envuelto en la violencia social como es el acoso escolar, maltrato verbal, abuso físico, emocional o psicológico o abuso sexual entre otros.

La violencia estructural tan practicada masivamente, deja de percibirse como tal, pero es causada por un modelo económico que recrudece la no atención a los infantes.  Una simple forma de materialización de este crimen sería tanto en la lentitud, la incompetencia o incapacidad, como la aplicación de leyes de manera ineficaz y parcial, lo que afectarían gravemente a infantes en situación de riesgo. 

Es decir, el no atender los factores sociales o económicos que propician la violencia cotidiana, impedirá reconocer las estrategias para la solución de conflictos: lo agravante es que la violencia está instalada y tatuada en el tejido social, en los valores y prácticas culturales con los que cada uno se comunica, por lo que es pertinente hacer énfasis en que cualquiera puede volverse victimario de la niñez.  

Por otra parte, la violencia simbólica perpetúa o garantiza su continuidad porque se nos enseña a practicarla o naturalizarse sin disimulo alguno, un ejemplo de eso es el meme sobre el chanclazo de la madre, que aplica como terapia de corrección emocional, cuando el pequeño desobedece o se pone rebelde. 

Pero ¿qué tan efectiva puede seguir siendo este supuesto correctivo autoritario?  que, sin victimizar a los niños o jóvenes, no deja de ser un método violento. Si es verdad que se educa con el ejemplo, ¿será que todo mundo aprendimos a educar con la chancla?

El viernes pasado, en el microbús, transitaba a mi lado, una mujer de aproximadamente 30 años con dos niños; un varón de entre 6 y 7 años y una niña de 10 años aproximadamente.  Al principio ambos niños jugueteaban a tocarse con un dedo, jugando a los encantados, y las carcajadas contagiosas, acariciaban las sonrisas de varios de los que presenciamos y mirábamos de reojo.  Al cabo de unos 5 minutos el jugueteo se convirtió en golpes a los brazos. Ambos niños entre rizas combinadas con quejas, poco a poco se propinaban porrazos con coraje, sin advertir que un hombre de edad adulta venía sorteando de vez en cuando los trancazos, mientras la mamá entregada, concentrada y sin titubear, escribía eufórica en su teléfono móvil. 

Al cabo de un rato, surgió el manotazo belicoso, seguido de una acusación y quejido de parte de la niña para que la madre respondiera; la madre al percatarse dictó una primera advertencia, que los chiquillos ya encarrerados y enojados nunca atendían; en su segunda advertencia, la madre reventó con un tremendo contraataque tipo chancletazo, pero con mano cerrada. 

Detrás, ambos chiquillos advirtieron la sutil petición de la madre y reaccionaron de forma no tan positiva, el niño con llanto y la niña espantada y sin habla, solo que ahora se escuchaba tremendo silencio.

Quizá no era para tanto, pero hasta nosotros como espectadores inmediatamente volvimos la mirada hacia otro lado para no ver tan bruscas reacciones, por un lado, pero por otro, se nos observaba incómodos y hasta nerviosos ante dicho acto violento. 

Mi reflexión fue un poco de enojo, debo decirlo, porque me parecía que bien pudo evitarse tremenda escena, si cuando menos se propusiera una mejor conversación o mayor atención a los chiquillos desde un inicio y no hasta que entre ellos se lastimaran, pero eso fue solo un pensamiento de una persona entrometida como yo.

Reportear una experiencia violenta sobre la infancia, siempre resulta un tanto difícil, sobre todo porque además de impactante uno no debe obligarse a analizar la violencia desde su conceptualización y no desde lo que provoca. 

#QuéCulpaTieneElNiño

 

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