Joaquín Pasos. “Canto de guerra de las cosas”

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El movimiento de vanguardia nicaragüense fue preparándose de 1927 a 1931, cocinándose, mezclándose mediante relaciones personales y afinidades estilísticas, con el fondo histórico de la intervención estadounidense, con la presencia de marines, en Nicaragua. Este pesado escollo histórico activó un regreso a la identidad nacional que se apoyó en el experimentalismo y el humor, y que asimiló influencias internacionales, principalmente la estadounidense (T. S. Eliot, el Imagismo, Whitman), mucho se señala como inicio del movimiento el regreso del poeta José Coronel Urtecho a Nicaragua tras un vivir un tiempo en Estados Unidos y la publicación de su poema “Oda a Rubén Darío”.

Joaquín Pasos fue de las principales figuras del movimiento literario de Vanguardia nicaragüense. Nació en 1914, en la ciudad de Granada, epicentro de la actividad cultural, desde muy joven tomó partido por la poesía. Junto a su primo, Pablo Antonio (también poeta), se procuraron caminos para su expresión. En conjunto fundaron la “Anti-Academia de la Lengua”, Joaquín con dieciséis años, Pablo con dieciocho. Sobre el programa cultural que proyectaron, Cuadra menciona que lo escribieron “huérfanos de tradición y guiados solamente por ese mismo vacío, que nos obliga a destruir para construir algo soportal y básico para nuestra propia creación. Aquel manifiesto, colocado contra lo conocido, pero reposado en el deseo puro de reconstrucción de lo desconocido, fue nuestra señal de partida y el único mojón indicador en el mapa fugitivo de Joaquín”.

Joaquín Pasos fue un fugitivo; fugaz su vida, fugaz su obra, fugaces sus filiaciones por un estilo. En los años de intensa actividad del movimiento pasaron a revisión en sus poemas los -ismos europeos y estadounidenses, tan apreciados en el siglo XX; apoyó el surgimiento del ejército Sandinista y repudió el intervencionismo estadounidense; ejerció el periodismo y la creación literaria; y comenzó una relación con el alcohol que derivaría en un alcoholismo que lo mató a una edad temprana, treinta y dos años.

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La poesía de sus primeros años es de fuerza rompedora, adherida al humorismo, con una nueva forma de relacionarse con lo nacional; en ocasiones estas fuerzas concurren al mismo tiempo, en ocasiones a partes. Son años de poemas que exploran el caligrama, la descripción de lugares nunca visitados, poemas que se toman poco en serio (constantes son las referencias a las carcajadas que le provocaban sus versos a Joaquín), que preceden a la antipoesía de Parra. También de poemas que, con García Lorca en la mente, indagan en torno a las formas de cantos populares y en escenas del cotidiano.

En cambio, con “Canto de guerra de las cosas”, poema que escribió poco antes de su muerte, Pasos traslada su expresión a un canto admonitorio, vinculado al púlpito, al sermón. Su primo recuerda que alguna vez le dijo: “Fíjate cómo mis poemas van entrando cada vez más a la muerte. Estoy asustado”. La temática del poema es cercana a la “Tierra baldía” de T. S. Elliot, pero, al contrario de él, Pasos no busca renovar los recursos expresivos, ni cargar el discurso poéticas de referencias y registros, Pasos lo que busca es transmitir una experiencia de orden religioso; mediante un sermón, con su carga de escenificación dramático (Pablo Antonio Cuadra recuerda que al hablarle sobre la génesis del poema, Joaquín mencionaba que: “Lo curioso es que esa misma contextura ha dado a sus pausas los variados paréntesis del sacerdote en el púlpito: para arreglarse la estola,, para enjuagarse con el pañuelo, para sobarse las manos… “). El fin de Pasos con su poema es replantear la relación que tenemos con el mundo, hablándonos desde la muerte, y provocar un nuevo estado emocional como respuesta a ese baldío.

La primera admonición del poema nos dice: “Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra”, invocando al respeto a lo en apariencia inerte, al reino mineral, e increpando al oyente. El poema en su recuperación del modelo salmódico intenta integrarse a un ritmo universal, a un compás acorde al cosmos, siguiendo al filósofo italiano Franco Berardi, en su libro Respirare, que trae a colación una definición de poesía de Hölderlin: “vibración lingüística, oscilación, y búsqueda de un ritmo en sintonía con la evolución caosmótica que engloba juntos a la mente y al mundo”.

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En esta idea de poesía se inscribe el poema de Joaquín Pasos, es un canto en medio del caos que intenta religarse a la respiración de los reinos que componen el mundo y que forman parte de un cuadro más grande. Un poema que pretende describir el vacío de la carne, el ahogo de los ciclos históricos, el peso de las comparaciones y de las similitudes halladas con otros tiempos turbulentos, la exasperación de un repetitivo apocalipsis continuo. Un poema de la dislocación:

“aquí está la ración humana en forma de pequeños ataúdes,

y la ametralladora sigue ardiendo de deseos

y a través de los siglos sigue fiel el amor del cuchillo a la carne.

Y luego, decid si no ha sido abundante la cosecha de balas,

si los campos no están sembrados de bayonetas,

si no han reventado a su tiempo las granadas…

Decid si hay algún pozo, un hueco, un escondrijo

que no sea un fecundo nido de bombas robustas;

decid si este diluvio de fuego líquido

no es más hermoso y más terrible que el de Noé”

¿Qué emparenta nuestra época con la de Pasos? La angustia, una intuición de falta de dirección. Enzo Traverso ve en el tiempo actual una falta de perspectiva de futuro, que lo diferencia del contexto de lucha sociopolítica del siglo pasado, que estaba amparado en la promesa de un horizonte de equidad y justicia; pero, en el poema de Pasos ya es patente un sentimiento de inmovilidad, de una historia que flota, pero no se mueve:

“Y no camina el barco. Se quedó quieto en medio del viaje.

Los marineros se preguntan ¿qué pasa? con las manos,

han perdido el habla.

No pasa nada. Están un poco excitados.

Nunca volverá a pasar nada. Nunca lanzarán el ancla.”[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”17771″ img_size=”full”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

Joaquín Pasos nunca publicó un libro de poesía, su vida se consumió rápido, sus amigos se han encargado de compilar y ordenar sus poemas; pero Joaquín seguro planeo el “Canto de guerra de las cosas” como un testamento, como una carta escrita con un pie en la tumba, y consiguió crear un poema imperecedero, que continúa cargándose de variaciones a cada lectura, que con serenidad aborda escenas y emociones sórdidas. Un poema escrito en medio del fuego del apocalipsis, pero amoroso, receptivo al dolor implícito de existir, fundido en el ritmo íntimo del vaivén mortecino y doloroso del género humano.

“No es un dolor por los heridos ni por los muertos,

ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos,

ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos

llenos de huérfanos.

Es el dolor entero.”

Joaquín Pasos murió joven, y así permanecerá su poesía.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

Municiones 

Texto por Oscar Muciño

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